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#Opinión La columna de Jaén Peña Martínez, “El Orgullo de ser quien se es: hoy, Día Internacional del Orgullo”

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Se dice que los seres humanos nos diferenciamos del resto de seres que habitan la tierra por nuestra capacidad de abstraer la realidad. Esto es, tomar los elementos que nos rodean y, a través de un proceso mental, representar dicha realidad a través del uso de diferentes recursos como lo son símbolos, imágenes y sonidos, entre otros. Esta capacidad inclusive nos lleva a ir más allá de la realidad que percibimos a través de los sentidos, pues somos poseedores de una cantidad infinita de posibilidades que surgen en nuestras propias mentes. Entonces nombramos las cosas que existen, hasta la más reciente novedad es catalogada mediante los recursos comentados, desde su nacimiento. ¿Y lo que no es nombrado? Para el ser humano no existe.

Esta afirmación es importante cuando nos referimos al acto humano de seleccionar fechas y darles un sentido, ya sea una celebración o conmemoración, y sea esta local, regional o global. Declaramos la existencia de lo que la fecha recuerda, reconocemos su relevancia histórica y promovemos el conocimiento de aquello que la fecha implique.

En particular me referiré al día de hoy, mundialmente reconocido como el Día Internacional del Orgullo, que sucede cada 28 de junio. Esta celebración –y conmemoración –se origina el 28 de junio de 1969, cuando tuvieron lugar los disturbios de Stonewall (Nueva York), que marcan el inicio de la lucha por los derechos de los homosexuales, cuando en la madrugada del 28 de junio de 1969, la policía de Nueva York orquestó una redada contra el pub Stonewall, situado en el Greenwich Village. Fue entonces cuando el colectivo gay respondió con una serie de manifestaciones que desembocaron en incidentes violentos.

Esta fecha se trata, por un lado, sobre reconocer la existencia de esta comunidad de personas que ha ido enriqueciéndose en sentido de la identificación e integración de diversas preferencias sexuales a la misma; así como entender que este movimiento pugna porque que toda persona goce de los mismos derechos sin importar su identidad o preferencia particular, pues cada ser humano debe ser idéntico en lo que a sus garantías se refiere. Este también es un día de lucha, porque los derechos que hoy gozamos se ganaron con la protesta que nos dio visibilización, y los que faltan, se ganarán por la misma vía, toda vez que en la praxis es utópica la situación de igualdad.

La fecha nos da pie también a reflexionar sobre la diferenciación en los derechos que goza cada preferencia sexual o identidad de género dentro de esta comunidad, puesto que lo más nocivo que sigue existiendo es el sistema patriarcal, que aun dentro de una comunidad marginada, margina más a la mujer que al hombre. No podemos decir que exista un avance generalizado en la apropiación de derechos, cuando por un lado tenemos que los hombres homosexuales gozan de una mayor aceptación social que las mujeres lesbianas, siendo que, inclusive, los primeros siguen ejerciendo roles de poder sobre las mujeres y tienen una visibilidad mayor. Tampoco podemos afirmarlo cuando revisamos que muchas personas siguen negando la existencia de la bisexualidad como una preferencia completamente válida y real, mientras tildan a quienes integramos esta comunidad como personas carentes de identidad que no se aceptan a sí mismas.

El gran verdugo sigue siendo aquel sistema que creó al género para clasificar las características de las personas y ligarlas, como si de biología se tratase, al sexo, otorgando roles con base en esta burda segmentación. Por ello y por la pugna por la abolición del género que las teorías feministas radicales han desarrollado, es que he dejado fuera de esta reflexión a las identidades y expresiones de género que también forman parte de esta comunidad, centrándome en la preferencia u orientación sexual, con la firme idea de que la abolición del género nos dejará con una realidad en la que las personas no valen diferente por ser quienes eligen y gustan ser. Para explicar un poco esto, desde mi perspectiva, podrá llegar un día en que lo “femenino” y lo “masculino” no existan como es concebido hoy, por lo que no tendremos la necesidad de catalogar las elecciones de cada persona sobre su identidad –y la manifestación de su identidad –más que como la simple elección individual de ser quienes queremos ser, a lo que toda persona debería tener derecho.

Las personas heterosexuales existen, como también existen las homosexuales –importante resaltar a parte a las lesbianas, como acción afirmativa–, las bisexuales y las asexuales, y todas y cada una construimos este mundo y lo integramos. La comunidad LGB se encuentra presente en cada paso y en cada logro de la humanidad, somos personas funcionales y valiosas, como cualquier persona heterosexual, con el agregado de que vivimos una discriminación a la que los heterosexuales –sobre todo hombres, porque las mujeres viven bajo un yugo perpetuo –jamás estarán expuestos.
Por último, el ejercicio de visibilización de estos colectivos también tiene la intención de ayudar a quienes siguen viviendo con miedo y culpa por ser quienes son, a que puedan gozar una vida plena –si bien no libre de discriminación –donde encuentren su lugar y exijan sus derechos personales. Es decirles que no están solos, que no son los únicos que han sufrido y que los demás que ya transitamos el duro paso de dejar de ocultarnos, estamos aquí para facilitarles esa transición. Si tú, quien me lee, se identifica con lo que escribo en este párrafo, te digo que no estás solo y que no hay por qué vivir con miedo, eres perfectamente valioso y no hay nada incorrecto en ti.

El Día del Orgullo obligadamente tiene que servir para el reconocimiento y difusión de nuestra existencia, de nuestro derecho a ser, de nuestra capacidad de amar y de crear, de nuestra valía y de nuestra protesta por las injusticias históricas de las que hemos sido presa y, con cada voz, palabra y manifestación por este día, conquistar lo que a otros antes que a nosotros se les negó, pero que les legaremos a quienes vienen detrás.